Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Técnicos Agrícolas de España

Lucía eligió la Ingeniería Agrícola un poco por descarte… y se quedó por amor. Amor a una profesión tan versátil que le ha permitido trabajar entre flores exóticas en Portugal, mapear el parcelario inglés, recorrer plantaciones tropicales en Timor Oriental o construir, ya en Asturias, un proyecto de vida propio como profesional libre. También colabora con la Fundación Agricolae Mundi, impulsa huertos ecológicos en centros educativos y sigue descubriendo caminos dentro de una profesión que no deja de crecer con ella.

• Lucía, tú has vivido muchas vidas en una sola: Inglaterra, Portugal, Timor Oriental… ¿Qué te ha aportado todo ese camino antes de volver a casa?

Todas estas vivencias me aportaron, en primer lugar, experiencia profesional, un mayor conocimiento en el ámbito laboral, disciplina, autonomía y, sobre todo, un mayor conocimiento de mi propia cultura y territorio. Descubrí que, cuando comienzas a conocer una cultura nueva, curiosamente te ayuda a entender mucho mejor tus propias raíces.

• En tu paso por Timor Oriental viviste la cooperación desde dentro. ¿Qué recuerdas con más cariño de aquella etapa?

Lo que recuerdo con más cariño son las amistades que forjé durante ese tiempo en Timor Oriental. La cultura y las maneras del país eran totalmente diferentes a las occidentales. Esto generó un tipo de amistad muy firme, muy sólida. Hicimos una piña muy fuerte, casi una familia, y eso nos ayudaba a adaptarnos y enfrentar las constantes incertidumbres.

Otras cosas que recuerdo con mucho cariño son los viajes que hacíamos alrededor de la isla. Viajábamos en coches todoterreno pick-up. Recuerdo con especial cariño cuando íbamos tumbados en la pick-up, viendo las copas de los árboles al pasar.

También la hospitalidad y generosidad de los timorenses cuando hacíamos visitas sobre el terreno: te recibían con todos los honores, como si fueras una gran visita, y te ofrecían lo que tenían.

• Ahora colaboras con Agricolae Mundi. ¿Qué es esta iniciativa y qué te ha llevado a implicarte en ella?

Agricolae Mundi es un proyecto que nace del impulso genuino de un grupo de ingenieros técnicos agrícolas que, de la mano de los Colegios Oficiales, decidimos unir nuestras ganas y nuestra vocación. Lo que nos mueve son valores limpios, claros y fuertes: la solidaridad, el compromiso con el desarrollo rural y el deseo de compartir conocimiento.

Quienes formamos parte lo hacemos de manera completamente desinteresada, poniendo lo mejor de nosotros —nuestro tiempo, nuestra voluntad y nuestra experiencia— con la intención sincera de aportar algo útil allí donde podamos.

Trabajamos tanto de forma independiente como en colaboración con otras entidades, siempre guiados por el mismo propósito: ayudar a crecer, a aprender y a construir un entorno rural más justo, sostenible y humano.

Mi implicación surgió de manera muy natural. Me hablaron del proyecto y conecté inmediatamente con su espíritu. Poco después apareció la oportunidad de colaborar aquí en Asturias, con el Instituto Clarín, para instaurar un huerto ecológico en el centro. Me uní tanto al proyecto como a la Fundación, y desde entonces —casi cinco años ya— forma parte de algo que me llena profundamente.

• Desde 2015 trabajas como autónoma en Asturias. ¿Qué te hizo volver a casa e impulsar tu carrera por tu cuenta? ¿Qué balance haces de estos años?

Las motivaciones para volver a casa fueron personales, principalmente familiares. Decidí quedarme cerca porque a veces la distancia pesa, y me di cuenta de que, aunque disfruté mucho viajando y conociendo, añoraba estar con mis familiares más cercanos: mi padre, mi tío, mis hermanos…

Decidí quedarme cerca de mi familia y en mi tierra. Hoy celebro haber tomado esa decisión.
Impulsar mi carrera de manera autónoma surgió sobre la marcha, no era un proyecto diseñado; casi sin darme cuenta fue saliendo solo. El balance de estos años es muy positivo. Al principio hay que darle un poco de tiempo para que las cosas se vayan estructurando y prosperando, pero cuando quieres darte cuenta ya estás en una dinámica.

• Haces valoraciones, periciales, PAC, memorias ambientales, cuadernos de explotación… ¿Cómo es tu día a día como ITA a pie de campo y de despacho?

¡Muy variable! El propio trabajo te va marcando el día, como en todas las profesiones: a veces más tranquilo, a veces más apurado… No hay un estándar.

• Aunque cada vez somos más, las mujeres seguimos siendo minoría en el sector. ¿Has percibido brecha de género en tu trayectoria?

La verdad es que, honestamente, no recuerdo haber tenido ningún problema de género en mi trayectoria profesional. De hecho, con mis compañeros de profesión mantengo muy buena relación y colaboro con bastantes compañeros varones; hay un trato de igual a igual. En mi caso, afortunadamente, no he percibido una brecha de género.

• Hemos hablado de tu trayectoria por la Ingeniería Agrícola, pero no de cómo llegaste a ella, ¿cómo la encontraste o cómo te encontró ella?

Yo siempre tuve inclinación hacia la rama científica, hacia las ciencias puras, como se denominaban en mi época. Pensaba más bien en estudiar Biología, Ciencias Ambientales o quizá Veterinaria. Lo que sí tenía claro era que quería estudiar fuera de Asturias porque ya tenía ese gusanillo de viajar.

Mis padres me dieron la opción de estudiar en León, así que busqué una carrera que no hubiera en Asturias para no tener la posibilidad de quedarme en Oviedo. Di con Ingeniería Técnica Agrícola, miré el programa de estudios, me gustó mucho y a mis padres también les pareció bien. Me apunté, me cogieron, me matriculé, ¡y aquí estoy!

La verdad es que, aunque las motivaciones fueron un poco alocadas, la decisión fue acertada.

• Uno de tus múltiples trabajos fue en el Colegio Profesional, ¿qué descubriste en esta etapa? ¿Qué valor le das a la colegiación?

En esta etapa se me abrió un mundo de posibilidades y, de hecho, fue el inicio de mi camino como autónoma. En la Escuela de León no nos habían hablado del Colegio Profesional y lo descubrí unos años después de acabar la carrera.

Había trabajado en distintos lugares y llegué a Asturias en uno de esos intervalos. Me colegié sin mayor expectativa y, casualidades de la vida, al poco tiempo me llamaron para ofrecerme trabajar allí, ya que la persona que estaba se marchaba. Me interesó porque justo estaba buscando trabajo y no esperaba encontrarlo en el Colegio.

Entonces descubrí todo lo que implica la profesión libre. Yo solo tenía en mente trabajar por cuenta ajena, y descubrí que es muy factible trabajar por cuenta propia.

Conocí los informes periciales, las mediciones… Conocí prácticamente a todos los colegiados, cómo funciona el Colegio y la labor tan importante que desempeña.

Le doy muchísimo valor a la colegiación. Me parece un órgano muy importante para nuestra profesión, porque es el paraguas donde nos abrigamos todos, donde nos resguardamos. Te protege, te ayuda, te permite aprender de la experiencia de otros compañeros. Hay un nexo de unión, un diálogo, te facilita seguros, comunicaciones, normativas… En fin, crea un marco muy confortable, desde mi punto de vista, para ejercer la profesión con un apoyo sólido.

• Si alguien estuviera pensando en estudiar esta carrera, o está empezando en el sector, ¿qué consejo le darías desde tu experiencia?

Si está pensando en estudiarla, que lo haga sin dudar, porque es una carrera con muchísimas vertientes: siempre estás en continuo aprendizaje y puedes ir cambiando y abriendo nuevos caminos dentro de la misma profesión. Es muy amplia, muy diversa y, la verdad, preciosa: es la base de todo.

Si está empezando en el sector, lo mismo: que continúe, que vaya probando… No hay un consejo uniforme para todo el mundo. Cada uno, en base a su experiencia, debe tomar decisiones e ir construyendo su propio camino.